martes, 28 de febrero de 2017

TERCERA SESIÓN MESA DE MIGRACIONES

Mónica Prieto






































21 de febrero de 2017

MESA MIGRACIONES DIÓCESIS SIGÜENZA-GUADALAJARA
“Niños y jóvenes migrantes e identidad”

Ponente: Mónica Prieto, socióloga especializada en migración

      El día 21 de febrero celebramos en Guadalajara la tercera Mesa de Migraciones, espacio creado y pensado para la reflexión en torno a temas relacionados con la migración y en este caso con la migración de niños y jóvenes, con la guía y orientación de expertos en el tema. 

         En un espacio de dos horas y con una participación aproximada de unas 20 personas, pudimos dialogar ampliamente sobre la dura realidad que viven hoy tantos menores migrantes por muchos países de la geografía europea y también española. Entre los asistentes se encontraba algunos jóvenes emigrantes, sacerdotes, representantes de otras religiones, representantes de entidades que coordinan actualmente centros de acogida a menores migrantes en situación de vulnerabilidad y riesgo social. Estos espacios de reflexión se ven muy oportunos para articular un análisis adecuado y un posicionamiento sobre la situación de niños, niñas y adolescentes, en este caso migrantes, que nos permita además trabajar en la sensibilización y el compromiso activo dentro de la sociedad.
         
       Para trabajar con menores primero hay que saber qué es lo que llevan en las “mochilas”, toda la experiencia que han vivido en su proceso migratorio. Es difícil para ellos abordar este tema y contar su historia. Para ello es importante trabajar con su confianza para que nos cuenten su historia. Para los menores los sentimientos generados al abandonar el hogar y la familia son muy fuertes, en la mayoría de las ocasiones no se ven con fuerzas para contactar con la familia hasta no sentirse seguros y con éxito. El sufrimiento de las madres al no saber de sus hijos igualmente es enorme.

En las peligrosas rutas de la migración hacia Europa decenas de miles de personas dejan cada año sus países de origen para buscar una vida mejor en los países de la Unión Europea (UE). A pesar de que invierten en esta apuesta unos dos años y todos sus recursos y energías no tienen garantías de llevarla a la meta con éxito. 

        Para los menores emigrantes se trata de una inmigración con ciertos paralelismos con la del adulto, principalmente en las causas que la provocan y en las perspectivas de futuro que buscan sus protagonistas, pero que tiene algunos elementos de identidad muy específicos y propios de la situación de ser sus actores menores de edad:
             1. En alguno unas circunstancias personales y socio familiares muy penosas que les ha tocado vivir en sus países de origen y que ha hecho que se busquen la vida desde hace tiempo, solos, sin la protección de sus familiares.
            2. Una emigración prematura a Europa, con la pérdida absoluta de referentes educativos, en una edad en la que tendrían que encontrarse mayoritariamente escolarizados o en procesos de formación.
            3. Una falta de recursos personales y materiales para afrontar esta situación, con el peligro real que esto supone de caer bajo la influencia y control de redes de explotación.
              4. Un nomadismo constante y sin rumbo, que se caracteriza por la circulación continuada por tierras extrañas, con el sueño de encontrar un lugar de acogida en una Europa que ven como la tierra de las oportunidades, en donde poder triunfar y comenzar una nueva vida llena de éxitos. 

       Los movimientos migratorios son controlados vía satélite: los gobiernos saben cómo y por dónde se mueve la migración. Europa, además, lleva las fronteras más allá de los límites políticos y geográficos para que otros países (ejemplo Turquía) hagan una “criba” con las personas migrantes. Se ha documentado en las fronteras, situaciones de niños trabajando para grandes empresas multinacionales. 



       
      Unas de las fronteras más violentas son la de Ceuta y la de Melilla. José Palazón realiza un trabajo de documentación sobre lo que ocurre en nuestras fronteras (se visualizan imágenes grabadas por José Palazón en la frontera de Melilla, en relación a la “devolución en caliente”: devolución masiva de personas migrantes que en cuanto ponen un pie en España son devueltas por la policía a Marruecos).

      Los menores no acompañados que llegan  a nuestro país son enviado a centros de acogida. Su destino es, a partir de entonces, una fórmula imperfecta de carisma, actitud y azar. La proliferación de centros de menores en España, la ausencia de cifras oficiales –se calcula que miles de niños viven bajo la tutela de las CC AA– y la opacidad organizativa que opera a su alrededor impiden sacar conclusiones genéricas sobre estas instituciones. Pero hay irregularidades que se suceden de forma sistemática en todo el territorio nacional.
        Los centros de menores no dejan de ser instituciones “opresoras” (normas, límites…), que ponen barreras a la hora de conocer la realidad de estos menores. Incluso el termino menores aleja de la realidad de que son unos niños.

       Los jóvenes son obligados a abandonar la institución al cumplir la mayoría de edad en situación irregular. Son detenidos por la Policía y expulsados del país. Por ejemplo, el 85% de los jóvenes inmigrantes en Melilla son deportados una vez cumplidos los 18 años. 

      Debemos de tener en cuenta que los países desarrollados contribuyen con la venta de armas a los conflictos bélicos que tienen como consecuencia el éxodo masivo de personas con necesidad de abandonar sus hogares. Además hay que entender que nacen muchos niños en el proceso migratorio, algunos a causa de violaciones, otros para tráfico de órganos, otros para la trata. 

A pesar de todo lo anterior observamos que la solidaridad en uno de los valores clave en los procesos migratorios: durante las migraciones se hace realidad la solidaridad entre las personas que se ven en la misma situación, que comparten lo necesario para vivir.

Algunas claves para hacer desde los países de acogida: conocerles superando los muros exteriores (leyes, fronteras…) y los muros interiores (la “mochila” que llevan a su espalda las personas que pasan por un proceso migratorio, los estereotipos y la cultura del país de acogida, no perder la memoria de la inmigración del país de acogida).




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