domingo, 18 de diciembre de 2016

DIA INTERNACIONAL DEL EMIGRANTE










MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO 
PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2017
[15 de enero de 2017]
«Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz»
Queridos hermanos y hermanas:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado» (Mc 9,37; cf. Mt 18,5; Lc 9,48; Jn 13,20). Con estas palabras, los evangelistas recuerdan a la comunidad cristiana una enseñanza de Jesús que apasiona y, a la vez, compromete. Estas palabras en la dinámica de la acogida trazan el camino seguro que conduce a Dios, partiendo de los más pequeños y pasando por el Salvador. Precisamente la acogida es condición necesaria para que este itinerario se concrete: Dios se ha hecho uno de nosotros, en Jesús se ha hecho niño y la apertura a Dios en la fe, que alimenta la esperanza, se manifiesta en la cercanía afectuosa hacia los más pequeños y débiles. La caridad, la fe y la esperanza están involucradas en las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales, que hemos redescubierto durante el reciente Jubileo extraordinario.
Pero los evangelistas se fijan también en la responsabilidad del que actúa en contra de la misericordia: «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar» (Mt 18,6; cf. Mc 9,42; Lc 17,2). ¿Cómo no pensar en esta severa advertencia cuando se considera la explotación ejercida por gente sin escrúpulos, ocasionando daño a tantos niños y niñas, que son iniciados en la prostitución o atrapados en la red de la pornografía, esclavizados por el trabajo de menores o reclutados como soldados, involucrados en el tráfico de drogas y en otras formas de delincuencia, obligados a huir de conflictos y persecuciones, con el riesgo de acabar solos y abandonados?
Por eso, con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebra cada año, deseo llamar la atención sobre la realidad de los emigrantes menores de edad, especialmente los que están solos, instando a todos a hacerse cargo de los niños, que se encuentran desprotegidos por tres motivos: porque son menores, extranjeros e indefensos; por diversas razones, son forzados a vivir lejos de su tierra natal y separados del afecto de su familia.
Hoy, la emigración no es un fenómeno limitado a algunas zonas del planeta, sino que afecta a todos los continentes y está adquiriendo cada vez más la dimensión de una dramática cuestión mundial. No se trata sólo de personas en busca de un trabajo digno o de condiciones de vida mejor, sino también de hombres y mujeres, ancianos y niños que se ven obligados a abandonar sus casas con la esperanza de salvarse y encontrar en otros lugares paz y seguridad. Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos. La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios de la niñez sancionados por la Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia.
La edad infantil, por su particular fragilidad, tiene unas exigencias únicas e irrenunciables. En primer lugar, el derecho a un ambiente familiar sano y seguro donde se pueda crecer bajo la guía y el ejemplo de un padre y una madre; además, el derecho-deber de recibir una educación adecuada, sobre todo en la familia y también en la escuela, donde los niños puedan crecer como personas y protagonistas de su propio futuro y del respectivo país. De hecho, en muchas partes del mundo, leer, escribir y hacer cálculos elementales sigue siendo privilegio de unos pocos. Todos los niños tienen derecho a jugar y a realizar actividades recreativas, tienen derecho en definitiva a ser niños.
Sin embargo, los niños constituyen el grupo más vulnerable entre los emigrantes, porque, mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz: la precariedad los priva de documentos, ocultándolos a los ojos del mundo; la ausencia de adultos que los acompañen impide que su voz se alce y sea escuchada. De ese modo, los niños emigrantes acaban fácilmente en lo más bajo de la degradación humana, donde la ilegalidad y la violencia queman en un instante el futuro de muchos inocentes, mientras que la red de los abusos a los menores resulta difícil de romper.
¿Cómo responder a esta realidad?
En primer lugar, siendo conscientes de que el fenómeno de la emigración no está separado de la historia de la salvación, es más, forma parte de ella. Está conectado a un mandamiento de Dios: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto» (Ex 22,20); «Amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto» (Dt 10,19). Este fenómeno es un signo de los tiempos, un signo que habla de la acción providencial de Dios en la historia y en la comunidad humana con vistas a la comunión universal. Sin ignorar los problemas ni, tampoco, los dramas y tragedias de la emigración, así como las dificultades que lleva consigo la acogida digna de estas personas, la Iglesia anima a reconocer el plan de Dios, incluso en este fenómeno, con la certeza de que nadie es extranjero en la comunidad cristiana, que abraza «todas las naciones, razas, pueblos y lenguas» (Ap 7,9). Cada uno es valioso, las personas son más importantes que las cosas, y el valor de cada institución se mide por el modo en que trata la vida y la dignidad del ser humano, especialmente en situaciones de vulnerabilidad, como es el caso de los niños emigrantes.
También es necesario centrarse en la protección, la integración y en soluciones estables.
Ante todo, se trata de adoptar todas las medidas necesarias para que se asegure a los niños emigrantes protección y defensa, ya que «estos chicos y chicas terminan con frecuencia en la calle, abandonados a sí mismos y víctimas de explotadores sin escrúpulos que, más de una vez, los transforman en objeto de violencia física, moral y sexual» (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado 2008).
Por otra parte, la línea divisoria entre la emigración y el tráfico puede ser en ocasiones muy sutil. Hay muchos factores que contribuyen a crear un estado de vulnerabilidad en los emigrantes, especialmente si son niños: la indigencia y la falta de medios de supervivencia ―a lo que habría que añadir las expectativas irreales inducidas por los medios de comunicación―; el bajo nivel de alfabetización; el desconocimiento de las leyes, la cultura y, a menudo, de la lengua de los países de acogida. Esto los hace dependientes física y psicológicamente. Pero el impulso más fuerte hacia la explotación y el abuso de los niños viene a causa de la demanda. Si no se encuentra el modo de intervenir con mayor rigor y eficacia ante los explotadores, no se podrán detener las numerosas formas de esclavitud de las que son víctimas los menores de edad.
Es necesario, por tanto, que los inmigrantes, precisamente por el bien de sus hijos, cooperen cada vez más estrechamente con las comunidades que los acogen. Con mucha gratitud miramos a los organismos e instituciones, eclesiales y civiles, que con gran esfuerzo ofrecen tiempo y recursos para proteger a los niños de las distintas formas de abuso. Es importante que se implemente una cooperación cada vez más eficaz y eficiente, basada no sólo en el intercambio de información, sino también en la intensificación de unas redes capaces que puedan asegurar intervenciones tempestivas y capilares. No hay que subestimar el hecho de que la fuerza extraordinaria de las comunidades eclesiales se revela sobre todo cuando hay unidad de oración y comunión en la fraternidad
En segundo lugar, es necesario trabajar por la integración de los niños y los jóvenes emigrantes. Ellos dependen totalmente de la comunidad de adultos y, muy a menudo, la falta de recursos económicos es un obstáculo para la adopción de políticas adecuadas de acogida, asistencia e inclusión. En consecuencia, en lugar de favorecer la integración social de los niños emigrantes, o programas de repatriación segura y asistida, se busca sólo impedir su entrada, beneficiando de este modo que se recurra a redes ilegales; o también son enviados de vuelta a su país de origen sin asegurarse de que esto corresponda realmente a su «interés superior».
La situación de los emigrantes menores de edad se agrava más todavía cuando se encuentran en situación irregular o cuando son captados por el crimen organizado. Entonces, se les destina con frecuencia a centros de detención. No es raro que sean arrestados y, puesto que no tienen dinero para pagar la fianza o el viaje de vuelta, pueden permanecer por largos períodos de tiempo recluidos, expuestos a abusos y violencias de todo tipo. En esos casos, el derecho de los Estados a gestionar los flujos migratorios y a salvaguardar el bien común nacional se tiene que conjugar con la obligación de resolver y regularizar la situación de los emigrantes menores de edad, respetando plenamente su dignidad y tratando de responder a sus necesidades, cuando están solos, pero también a las de sus padres, por el bien de todo el núcleo familiar.
Sigue siendo crucial que se adopten adecuados procedimientos nacionales y planes de cooperación acordados entre los países de origen y los de acogida, para eliminar las causas de la emigración forzada de los niños.
En tercer lugar, dirijo a todos un vehemente llamamiento para que se busquen y adopten soluciones permanentes. Puesto que este es un fenómeno complejo, la cuestión de los emigrantes menores de edad se debe afrontar desde la raíz. Las guerras, la violación de los derechos humanos, la corrupción, la pobreza, los desequilibrios y desastres ambientales son parte de las causas del problema. Los niños son los primeros en sufrirlas, padeciendo a veces torturas y castigos corporales, que se unen a las de tipo moral y psíquico, dejándoles a menudo huellas imborrables.
Por tanto, es absolutamente necesario que se afronten en los países de origen las causas que provocan la emigración. Esto requiere, como primer paso, el compromiso de toda la Comunidad internacional para acabar con los conflictos y la violencia que obligan a las personas a huir. Además, se requiere una visión de futuro, que sepa proyectar programas adecuados para las zonas afectadas por la inestabilidad y por las más graves injusticias, para que a todos se les garantice el acceso a un desarrollo auténtico que promueva el bien de los niños y niñas, esperanza de la humanidad.
Por último, deseo dirigir una palabra a vosotros, que camináis al lado de los niños y jóvenes por los caminos de la emigración: ellos necesitan vuestra valiosa ayuda, y la Iglesia también os necesita y os apoya en el servicio generoso que prestáis. No os canséis de dar con audacia un buen testimonio del Evangelio, que os llama a reconocer y a acoger al Señor Jesús, presente en los más pequeños y vulnerables.
Encomiendo a todos los niños emigrantes, a sus familias, sus comunidades y a vosotros, que estáis cerca de ellos, a la protección de la Sagrada Familia de Nazaret, para que vele sobre cada uno y os acompañe en el camino; y junto a mi oración os imparto la Bendición Apostólica.
Vaticano, 8 de septiembre de 2016.
Francisco

SEGUNDA SESIÓN MESA DE MIGRACIONES






SEGUNDA SESIÓN MESA DE MIGRACIONES:
13 DE DICIEMBRE, 17:00 H. 
LUGAR CENTRO DIOCESANO "CASA NAZARET" 
Avda. de Venezuela, 9 - 19005 Guadalaja

TEMA: "Menores migrantes, vulnerables y sin voz" 

Tema elegido por el Papa Francisco para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, 
15 de enero 2017

Ponente: Mª Francisca Sánchez Vara

Directora de la sección sobre Infancia y Juventud en riesgo (menores en la calle). Sección sin hogar
en la Conferencia Episcopal Española. Y  responsable, también, en la Conferencia Episcopal Española de la sección sobre "Trata y Mujeres de la calle".

Resumen ponencia:

“ El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado” (Mc 9,37; cf. Mt 18,5; Lc 9,48; Jn 13,20)

Con estas palabras del Evangelio encabeza el Papa Francisco su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que se celebrará el próximo 15 de enero y por este motivo la Delegación Diocesana de Migraciones celebró el pasado 13 de diciembre la segunda sesión de la Mesa de Migraciones, con la ponencia “Menores migrantes, vulnerables y sin voz”, de María Francisca Sánchez Vara, Directora del Área de Infancia y Juventud en riesgo de la C.E. Migraciones.

Nos enfrentamos a una realidad que es durísima y los datos aportados por UNICEF son demoledores. El número de menores que se ven obligados a abandonar sus hogares, sus países, huyendo de los conflictos armados, las catástrofes naturales, la miseria y el hambre es cada año mayor. En el año 2015 se había duplicado la cifra de menores migrantes con respecto al año 2005, 1 de cada 4 migrantes en el mundo es un menor y 1 de cada 200 menores migrantes es un refugiado que ha tenido que abandonar su país. En total se calcula que en el mundo la cifra de menores migrantes forzosos asciende a 28 millones, aunque no se pueden dar cifras exactas.

Ante estos datos tan demoledores el Papa Francisco nos interpela y nos dice que como Iglesia no podemos mirar hacia otro lado, que esta realidad no puede pasar desapercibida. Estos menores tienen que ser visibilizados y acogidos. Nos apela a nuestra responsabilidad.

Hay que llamar la atención sobre estos menores migrantes porque son especialmente vulnerables y por ello son además víctimas de los abusos y de la explotación ejercida por parte de las mafias de trata de seres humanos que los trafican para redes de prostitución, pornografía, los reclutan como soldados, los involucran en el tráfico de drogas y en otras formas de delincuencia. Están solos y principalmente por tres motivos: porque son menores, son extranjeros y están indefensos.

Y así es porque muchos de ellos viajan solos, han sido separados de sus familias o las han perdido. Es por ello que el Papa exige para ellos una especial atención y protección “…porque mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz. La precariedad los priva de documentos, ocultándolos a los ojos del mundo; la ausencia de adultos que los acompañen impide que su voz se alce y sea escuchada.”

¿Cómo responder a esta realidad?

El Papa Francisco nos recuerda que “… nadie es extranjero en la comunidad cristiana, que abraza «todas las naciones, razas, pueblos y lenguas» (Ap 7,9)” La sociedad debe centrarse en adoptar las medidas necesarias para que estos menores tengan una protección y una defensa y no acaben en la calle abandonados.

El Papa nos recuerda que las comunidades eclesiales tienen una fuerza extraordinaria cuando hay en ellas unidad de oración y comunión en la fraternidad. Es necesario que se trabaje para integrar a estos menores que carecen de todo tipo de recurso. 

Debemos preguntarnos como Iglesia Diocesana ¿qué podemos hacer en nuestra Diócesis ante esta situación? Ya estamos participando en los “Diálogos abiertos” a nivel nacional, pero necesitamos concienciar a nivel parroquial diocesano y dar a conocer esta realidad que es muy desconocida. Estos menores también los tenemos en nuestra Diócesis.

Hay que trabajar por crear en la Diócesis una red de lucha contra la Trata de Seres Humanos y por la protección a estos menores migrantes, crear una red “enredados y unidos”. También se plantea la cuestión de si debemos participar en nuestra Diócesis a nivel político y elevar nuestra voz ante estas realidades para que no pasen desapercibidas, pedir mayores recursos y mejores respuestas por parte de las Administraciones. El diálogo sigue abierto, se siguen buscando soluciones, porque como bien dice el Papa Francisco SOMOS UNA COMUNIDAD CRISTIANA QUE ABRAZA.

Mª José 



























8 DE DICIEMBRE: VIRGEN DE CAACUPE, PATRONA DE PARAGUAY























Delegada de Migraciones junta a su patrona.












Origen del nombre
El nombre Caacupé proviene de la palabra guaraní ka’a kupé, que significa ‘detrás de la yerba’ o ‘detrás del bosque de yerba’. El término ka’aguý significa ‘monte’ (en su acepción como ‘bosque’), y ka’á es ‘yerba mate’. Se suele decir que Caacupé es la Capital Espiritual del Paraguay, porque cuenta con el mayor santuario del país.

Leyeda 

En el pueblo de Tobati ( cercano a Caacupé), fundado hacia el 1600, vivía un escultor guaraní de nombre José. Había sido convertido al cristianismo por los misioneros jesuitas Era un indio guaraní, converso de la misión franciscana de Tobatí, en una ocasión, al volver de las selvas del Valle Ytú con un gran trozo de madera de muy buena calidad, dijo que se había encontrado involuntariamente ante indios de la tribu mbayá (tribu que había decidido pelear contra la colonización española y portuguesa), a los que consideraba muy peligrosos. Dijo haberle prometido a la Virgen María que si los mbayás no lo atrapaban, esculpiría una imagen de ella y lo veneraría. Entonces dijo que se le apareció la propia Virgen María en persona, que le gritó en guaraní: ¡Ka'aguý cupe-pe!, que significa ‘¡[vete] detrás de los arbustos de yerba mate!’ (planta muy usada como infusión en Paraguay, y que es uno de los principales productos que exporta el país). El indio corrió, y encontró un grueso tronco tras el cual se escondió. En ese momento prometió que con la madera del árbol protector tallaría la imagen de la Virgen, si es que llega a salir con vida del trance. Efectivamente los mbayás siguieron de largo sin advertir su presencia, y el indio, agradecido, en cuanto pudo regresar, tomó del árbol la madera que necesitaba para esculpir la estatua de madera.

El tronco le alcanzó para esculpir dos estatuas; la mayor fue destinada a la Iglesia de Tobatí y la más pequeña la conservó el indio en su poder, para su devoción personal.

Segunda parte de la leyenda

Los misioneros jesuitas decían que en el sitio preciso de la aparición había brotado agua milagrosa, y que esa agua había ayudado a los guaraníes a sobrevivir el calor del verano.

Años después, la gran inundación que creó el lago de Ypacaraý amenazaba con destruir los poblados cercanos. Los frailes franciscanos, acompañados de los habitantes de la región, organizaron rogativas pidiendo la tranquilidad de las aguas. El padre Luis de Bolaños bendijo las aguas y —como cada año— éstas retrocedieron hasta sus límites actuales. Pero en esta ocasión apareció flotando la imagen de la Virgen, que los misioneros dijeron que era la de la misión de Tobatí, la misma que el indio desconocido tallara años atrás. Desde entonces el pueblo la llamó la Virgen de los Milagros.

El indio desconocido se había instalado con su familia en ese sitio. Construyó un humilde oratorio, en torno al cual, con el correr de los años, fue constituyéndose un poblado conocido primeramente como Los Ytuenses. Hacia 1765, la zona ya era conocida como el Valle de Caacupé. El 4 de abril de 1770, se toma como referencia para la fundación del pueblo de Caacupé.

Se celebra el 8 de diciembre de cada año, que comienza con nueve días de anticipación, durante los cuales se reza el rosario, las campanas de la Iglesia en la hora cero acompañados de las estruendosas explosiones de bombas, cohetes, fuegos artificiales, etc., como anuncio del inicio de la Fiesta Patronal. La vigilia que se corona con la tradicional Serenata a la Virgen: donde hay bailes típicos como "las galoperas", grupos folklóricos, alguno de ellos con arpa paraguaya y con los mariachis finaliza la serenata. Este último grupo musical ingresa al lugar cantando Las mañanitas. Los devotos acompañan este canto, de esta manera especial, saludan y homenajean a la Virgencita Azul. También en algunos lugares se prolonga 7 días más.

Los paraguayos que se encuentran lejos de su tierra, recuerdan esta festividad visitando y/o participando de una misa de una iglesia cercana bajo esta advocación o aquella que le es más significativa por motivos sentimentales, afectivos o históricos








lunes, 7 de noviembre de 2016

CELEBRACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA PRESENTACIÓN DEL QUINCHE, PATRONA DE ECUADOR.

















El domingo 5 de noviembre, celebramos en la Casa Nazaret, de Guadalajara, la festividad de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche, patrona de Ecuador. 

Nuestra Señora de la Presentación del Quinche, es una advocación mariana de la Iglesia Católica, cuya imagen se encuentra en el santuario de la parroquia El Quinche, en el Distrito Metropolitano de Quito, Ecuador. La Virgen tiene miles de fieles en el país y alrededor del mundo, quienes la definen como su madre y aún en el exterior, los migrantes ecuatorianos continúan celebrando su fiesta.

La imagen de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche es una hermosa escultura en madera, tallada en el siglo XVI por don Diego de Robles, extraordinario artista de la escuela quiteña de arte, al que se deben también otras imágenes de María de gran popularidad y veneración.

La historia nos dice que, los indígenas de Lumbisí, un pequeño caserío que pertenecía al pueblo de Cumbayá, desearon tener una copia exacta de la Virgen de Guápulo, la cual se veneraba alrededor de 1586. Diego de Robles hizo entonces la imagen con madera de cedro, pero los Lumbisí no pudieron pagarle el precio convenido al no reunirlo, y éste la llevó a los indígenas oyacachis al enterarse que estos se interesaban en una imagen quienes le pagaron con tablones de fino de cedro que el escultor necesitaba para sus trabajos. Escogieron la hendidura de un peñasco de la cordillera y allí fue colocada la Virgen. Aquel nicho fue el primer santuario que tuvo la Virgen del Quinche. Los indígenas, vistieron la imagen según la costumbre española.

Cuentan que apenas la efigie ocupó el lugar, bandadas de cantoras avecillas revoloteaban constantemente entorno a ella alegrando todo el lugar con sus trinos. Y cuando al descender la noche se retiraban los pajarillos, un resplandor hermoso circundaba la imagen de María. También se dice que don Diego de Robles regresó un día a Oyacachi, los indígenas se regocijaron y le pidieron que se quedara unos días entre ellos, para construir en madera un altar para la Santísima Virgen, el artista se negó y emprendió el viaje de regreso a Quito, en un momento, al pasar por el puente de un caudaloso río, el caballo dio un salto y lo lanzó fuera de la silla, Robles iba a caer en lo más hondo de las aguas, de pronto, uno de sus pies se enredó entre los maderos del puente, y al verse a punto de perecer, clamó a la Virgen de Oyacachi; en ese instante atravesaban el puente dos caminantes que, movidos por piedad y compasión, se acercaron al desventurado y le sacaron del peligro; cuando el artista quiso darles las gracias, ellos ya habían desaparecido. El escultor comprendió que fue una gracia del cielo. Por eso decidió volver a Oyacachi y allí construyó el altar de la Virgen.

Pronto la Virgen de Oyacachi llegó a ser famosa en toda la comarca. Numerosas romerías de los pueblos vecinos comenzaron a frecuentar este sitio, antes desconocido. Por este motivo, los indígenas se vieron en la necesidad de construir una capilla o una pequeña iglesia para colocar en ella la imagen de la Virgen. Entonces comenzaron otros prodigios que comprobaban el deseo de la Virgen que se erigiese un santuario.

Más tarde el sabor popular enriquecerá los hechos con la leyenda de que la Virgen se les había aparecido antes a los indígenas del lugar en una cueva prometiendo librarlos de los peligrosos osos que devoraban a los niños. Los numerosos milagros que comenzaron a atribuírsele aumentaron sus fieles en toda la región. Cuenta la leyenda en torno a la imagen de la Virgen, que muchas veces vieron vacío el pedestal en la roca porque ella iba a socorrer a los enfermos, y al otro día se le volvía a ver en su lugar con los pies enlodados.

Quince años permaneció la imagen al cuidado de los indígenas hasta que en 1604, el obispo del lugar ordenó su traslado al poblado del Quinche, de donde finalmente tomó su nombre. Fue puesta en la iglesia parroquial, sin embargo, pronto tuvieron que pensar en la construcción de un templo más grande. En 1630 la sagrada imagen fue colocada en un nuevo santuario donde permaneció sin contratiempo por 200 años. Con el terremoto de 1869 el templo quedó en terribles condiciones pero quedó en perfecto estado la imagen de la Virgen. El templo hubo de ser reconstruido.

La última construcción del templo se remonta al año de 1905 y su consagración al año 1928. La imagen fue coronada canónicamente en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre. En 1985, Roma declaró al Quinche Santuario Nacional del Ecuador.

La imagen, que es una fina talla en madera de cedro de unos 62 cm. de alto, está revestida por un amplio y lujoso ropaje de brocado cubierto de gemas, y bordado con hilos de oro y plata que solo dejan ver su rostro moreno y apacible. La Virgen lleva un cetro en la mano derecha y con la izquierda sostiene el Niño en actitud de bendecir, mientras sostiene una esfera de oro coronada por una cruz. A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas, manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas. El rostro de Jesús evoca las facciones de los niños mestizos de aquellas sierras. Mestizo es el color de la Madre, síntesis del alma del inca y del español. Su fina nariz está enmarcada por un delicado rostro ovalado de labios delgados y boca pequeña; sus ojos achinados y su mirada triste con los párpados entrecerrados o caídos le confieren una dulzura única. Su advocación es tan popular en Ecuador, especialmente entre los indígenas que la llaman con afecto "La Pequeñita" a su protectora del cielo. Es de admirar la variedad de cantos que se entonan en honor de la Virgen del Quinche, con textos en quechua, en jíbaro y en otros dialectos de la región y también en castellano; muchos de ellos se cantan desde hace cuatro siglos. La imagen fue coronada en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre. El templo actual fue declarado Santuario Nacional en 1985.

Oración a la Virgen de la Presentación del Quinche escrita por el Papa Francisco

Virgen María, Madre de El Quinche, escogida por Dios para darme a su Hijo y mostrarme el verdadero camino, atiende amorosa mi humilde oración.

Enséñame a amar, como lo hiciste tú, para vivir en paz y con serenidad; enséñame a esforzarme, como tú, Madre, para cumplir las metas señaladas por Dios;

Enséñame a entregarme, y ser para los demás, las manos de Dios. Enséñame a vivir con respeto a los hermanos ya que en ellos está la persona de Jesús; enséñame a orar para mantener el contacto con tu Hijo Divino; enséñame a descubrir y cumplir la voluntad de Dios, ser feliz y llegar a mi plenitud;

Enséñame, en fin, a ser buena persona para estar contigo, María, con Jesús, con el Espíritu Santo y con mi Padre Dios en la eternidad.


!!!Viva la Virgen del Quinche!!!!



Algunas fotos de la celebración;

La celebración la presidio Álvaro Ruiz Langa






































Preparación de la comida 
Hornado


MESA DE MIGRACIONES. PRIMERA SESIÓN CURSO 2016/17.



























Mesa de Migraciones. Primera sesión. Martes, 25 de octubre de 2016. Casa Nazaret.

El martes 25 de octubre de reunía de nuevo la Mesa de Migraciones, promovida por la Delegación Diocesana de Migraciones de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara. Comenzábamos así el curso 2016-17 en el que se van a tratar varios temas interesantes sobre el hecho migratorio.

El tema propuesto para este día fue “Evolución y papel de la mujer inmigrante en España”. La ponente fue María José Torres Pérez (Pepa). Durante aproximadamente dos horas fue desarrollando su ponencia, abierta a las intervenciones de los participantes. Lo hacía desde su experiencia personal en este campo, iniciada hace más de 10 años con el apoyo a distintos colectivos de mujeres que se iban organizando para dinamizar su ciudadanía activa.

El punto de partida de su exposición eran unos presupuestos que no hay que olvidar: no existe la mujer como abstracción, sino que existen las mujeres concretas, con sus propias realidades y culturas; existen diferencias entre ellas, que no se deben olvidar; es necesario rescatar los elementos emancipatorios que unen a todas; por  último, hay que descolonizar la visión que hay acerca de la diversidad.

Cuando  uno oye hablar de mujer inmigrante muchas imágenes se nos pueden venir a la cabeza: oportunidad, sufrimiento, maternidad, lucha por sus hijos, pobreza, diversidad, daño psicológico. Juventud, sueños… En todas estas visiones hay que superar dos miradas: la mujer migrante como víctima y la de que no tiene nada que decir. Las mujeres migrantes tienen mucho que decir y que reivindicar. No son objetos, son siempre sujetos.

Presentando una mirada desde los datos sociológicos, sólo en Madrid hay más de un millón de extranjeros, de ellos unos 300.000 nacionalizados. El 51% son mujeres (las nacionalidades más numerosas: rumanas, marroquíes, chinas, ecuatorianas, colombianas, búlgaras…). Desde la perspectiva del trabajo regularizado, según datos de 2010, el 42% de las mujeres provienen de América Latina. Si se pudiera presentar una fotografía sería la de mujeres jóvenes, con nivel medio de estudios, madres, reagrupadas, cabeza de familia (porque son las que siguen trabajando en la familia, con sueldos menores de 900€). En este colectivo, el mayor impacto lo ha supuesto la llegada de paraguayas que tienen una importante capacidad de organizarse.

Existe también una realidad muy dura: la de las mujeres “invisibles” “sin papeles”; muchas de ellas pasan por los CIES. Se “emplean”, sin contrato, en un gran porcentaje, en el servicio doméstico. ¿Cuál es su defensa? Organizarse.

Ante la pregunta de por qué migran las mujeres, las respuestas son varias: buscan una vida mejor; por dinero, pero no sólo eso; más libertad; salir de la violencia de sus países; por amor; por género, por maternidad… Básicamente llegan por dos vías: laboral y reagrupamiento familiar (aunque con un deseo de autonomía). Casi siempre atrapadas en las cadenas globales de cuidados (un mercado ocupado por mujeres; una discriminación que no termina nunca de agotarse).

Han sido precisamente las mujeres migrantes las que han sacado a la luz la necesidad de un trabajo digno. ¿Cómo se consigue eso? Pepa nos propone unas puntadas para avanzar en ese camino:
1.- Cortar distancias y saltar fronteras entre visibilidad e invisibilidad. Convivir.
2.- La escucha, la acogida, la relación y el cuidado de los vínculos personales. Sin imponer ritmos, sólo ir detectándolos. No olvidar que acoger nos “complica”.
3.- Reconocer al otro (y su cultura) como sujeto de la historia. Reconocer su ciudadanía, su derecho a tener derechos. Salir del etnocentrismo y romper el victimismo. Superar el patriarcalismo. Pensar juntos estrategias de supervivencia.

Terminamos nuestro encuentro con un diálogo en el que constatamos que es importante mirar más allá de nuestra propia ventana. Las personas son más que lo que podemos ver. Hemos de ponernos al lado del otro. Queda en el aire esta pregunta: ¿Se debería luchar por la “asociación” de los colectivos de mujeres migrantes?

Ángel Díaz Matarranz

Acerca de Pepa Torres Pérez

Soy Pepa Torres. Estoy en la mitad de la vida y más….y me gusta. Soy religiosa de la congregación Apostólicas del Corazón de Jesús. Soy filóloga, teóloga y educadora social. Vivo en una comunidad intercongregacional en el barrio multicultural de Lavapiés, con una compañera dominica de la Enseñanza y otra laica y formamos también una comunidad extensa con gente agnóstica de distintos credos religiosos comprometidas contra las fronteras y la precariedad y por los derechos de los migrantes que es la Red Interlavapiés.
-Actualmente trabajo como profesora invitada en el Instituto de Pastoral de Madrid y combino el activismo social y feminista con el acompañamiento a personas y grupos comprometidos en los contextos de exclusión. Mis líneas de investigación están relacionadas con la espiritualidad ignaciana con perspectiva de género, el diálogo intercultural e inter-espiritual, la experiencia de Dios en la periferias y la dimensión místico-política de la fe y la Teología feminista y las luchas migrantes.
Con mi blog pretendo favorece un espacio de información, comunicación y reflexión compartida entre quienes transitamos fronteras y creemos en la mística de la dignidad humana, sea cual sea nuestra tradición cultural y religiosa de procedencia. (informaciónobtenida de http://blogs.periodistadigital.com/pepa-torres-perez.php/2016/02/22/acerca-de-pepa-torres-perez)

Blog de Pepa; http://pepatorresperezblog.blogspot.com.es/




lunes, 24 de octubre de 2016

CELEBRACIÓN DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS, PATRÓN DE PERÚ

La Imagen del Señor de los Milagros en la Parroquia de
S. Juan de Avila, Guadalajara, España


Procesión por las calles de Guadalajara












El domingo 23 octubre, celebramos en la Parroquia de san Juan de Avila, de Guadalajara, la festividad del Señor de los Milagros, patrón de Perú. Muchos peruanos residentes en Guadalajara acompañaron a su patrón en la Misa y la procesión por las calles de Guadalajara. 

En torno al 18 de octubre de cada año los peruanos de todo el mundo se reúnen en torno a esta celebración popular. Miles de peruanos acompañan las andas en un claro acto de fervor religioso.

La historia de la sagrada imagen que cada octubre sale en andas a recorrer, en procesión, las calles de la vieja Lima tuvo su inicio en el mural del cual partió toda la tradición y fe que despierta desde hace más de tres siglos el Señor de los Milagros.

Según relata el historiador Rubén Vargas Ugarte en su libro “Historia del Santo Cristo de los Milagros”, un antiguo documento del monasterio de Las Nazarenas acredita que para 1651 la imagen ya estaba pintada.

Fue un esclavo negro de la casta de Angola el que pintó con la técnica del temple a Cristo crucificado sobre una pared del otrora barrio de Pachacamilla, a mitad del siglo XVII. Aquel muro de adobe cobró renombre luego de que no cayera durante los terremotos que azotaron la urbe en 1655 y 1687.

El virrey Conde de Lemos mandó borrar la imagen, pero los trabajadores que lo intentaron desistieron por diferentes y súbitas iluminaciones. Tras ello, el mismo virrey ordenó pintar alrededor del Cristo a la Virgen María, San Juan, al Padre y al Espíritu Santo.

Justo después del sismo de 1687, sale en procesión por primera vez una copia de la imagen, por interés de Sebastián de Antuñano, que había comprado el terreno donde se reunía la cofradía Angola y en el que hoy se yergue el Santuario de Las Nazarenas, en el Cercado de Lima.

El terremoto de 1746 tampoco tumbó el muro, aunque dejó en ruinas a la capital. Con ello, la fe en el Cristo Moreno quedaba cimentada. El mural se puede ver todo el año en Las Nazarenas.

!!VIVA EL SEÑOR DE LOS MILAGROS!!!!



Imagen original del Señor de los Milagros, en Lima, Perú. 


Imagen del Señor de los Milagros que recorre en procesión las calles de Lima